¿Qué sabemos del coronavirus?
- publicado por Luis Martín Sacristán
- Categorías Blog, Coronavirus
- Fecha 7 julio 2020
Lo que sabemos del coronavirus
Desde que a finales de diciembre de 2019, surgieran informes de una misteriosa neumonía en Wuhan, China, una ciudad de 11 millones de personas en la provincia sudoriental de Hubei, hasta el momento actual, se han confirmado 11,5 millones de casos, 6,21 millones se han curado y 535.000 han fallecido en todo el mundo.
La causa, determinada rápidamente por los científicos chinos, fue un nuevo coronavirus relacionado con el virus del SARS que había surgido en China en 2003, antes de propagarse a nivel mundial y matar a casi 800 personas.
Con el impacto producido a nivel mundial, la pandemia de COVID-19 se ha convertido en la peor crisis de salud pública del último siglo. También ha catalizado una revolución en la investigación, ya que científicos, médicos y otros académicos han trabajado a una velocidad vertiginosa para comprender al COVID-19 y el virus que lo causa: SARS-CoV-2.
Han aprendido cómo el virus ingresa y secuestra las células, cómo algunas personas luchan contra él y cómo finalmente mata a otras. Han identificado medicamentos que benefician a los pacientes más enfermos, y se están preparando muchos más tratamientos potenciales. Han desarrollado casi 200 vacunas potenciales, la primera de las cuales podría ser efectiva para fin de año.
Pero por cada conocimiento sobre el COVID-19, surgen más preguntas y otras persisten. Así es como funciona la ciencia. Mientras tanto, debemos seguir estudiando el virus y su comportamiento.

¿Por qué actúa de forma diferente en las personas?
Uno de los aspectos más llamativos del COVID-19 es la diferente manera de afectar a cada persona. Algunas personas nunca desarrollan síntomas, mientras que otras, desarrollan afecciones como la neumonía con pronóstico grave o incluso acabando siendo mortal. “Las diferencias en el resultado clínico son dramáticas”, dice Kári Stefánsson, genetista y director ejecutivo de DeCODE Genetics en Reykjavik, cuyo equipo está buscando variantes de genes humanos que puedan explicar algunas de estas diferencias.
Esa búsqueda se ha visto obstaculizada por el número relativamente pequeño de casos en Islandia. Pero el mes pasado, un equipo internacional que analizó los genomas de aproximadamente 4.000 personas de Italia y España descubrió los primeros vínculos genéticos fuertes con COVID-19 grave (1). Las personas que desarrollaron insuficiencia respiratoria tenían más probabilidades de portar una de dos variantes genéticas particulares que las personas sin la enfermedad.
Una variante radica en la región del genoma que determina el tipo de sangre ABO. La otra, está cerca de varios genes, incluido uno que codifica una proteína que interactúa con el receptor que el virus usa para ingresar a las células humanas, y otros dos que codifican moléculas vinculadas a la respuesta inmune contra los patógenos. Los investigadores son parte de la Iniciativa COVID-19 Host Genetics, un consorcio global de grupos que están agrupando datos para validar los hallazgos y descubrir más enlaces genéticos.
Las variantes identificadas hasta ahora parecen jugar un papel modesto en el resultado de la enfermedad. Un equipo dirigido por Jean-Laurent Casanova, inmunólogo de la Universidad Rockefeller en la ciudad de Nueva York, está buscando mutaciones que tengan un papel más importante.
Para encontrarlos, su equipo está peinando los genomas completos de personas menores de 50 años que, estando sanas, han experimentado casos graves de COVID-19, y cuentan como ejemplo, “el tipo que corre un maratón en octubre y ahora, cinco meses después, está en la UCI, intubado y con ventilación artificial”.
La susceptibilidad extrema a otras infecciones, como la tuberculosis y el virus de Epstein-Barr, un patógeno generalmente inofensivo que a veces causa enfermedades graves, se ha atribuido a mutaciones en genes individuales. Casanova sospecha que lo mismo ocurrirá para algunos casos de COVID-19.

Buscando la vacuna
Elaborar una vacuna efectiva podría ser la única forma de salir de la pandemia. Actualmente hay aproximadamente 200 en desarrollo en todo el mundo, con alrededor de 20 en ensayos clínicos. Los primeros ensayos de eficacia a gran escala para determinar si las vacunas funcionan comenzarán en los próximos meses. Estos estudios compararán las tasas de infección por COVID-19 entre las personas que reciben una vacuna y las que reciben un placebo.
Pero ya se han encontrado pistas en los datos de estudios en animales y ensayos en humanos en etapas tempranas, principalmente pruebas de seguridad. Varios equipos han llevado a cabo “pruebas de desafío” en las que los animales que reciben una vacuna candidata están expuestos intencionalmente al SARS-CoV-2 para ver si dicha vacuna puede prevenir la infección. Los estudios en monos macacos sugieren que las vacunas podrían ayudar a prevenir la infección pulmonar y la neumonía resultante, pero no para bloquear la infección en otras partes del cuerpo, como las vías respiratorias altas, particularmente la nariz.
Los monos que recibieron una vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford, Reino Unido, y luego fueron expuestos al virus tenían niveles de material genético viral en sus narices comparables a los niveles en animales no vacunados (2). Resultados como este aumentan la posibilidad de una vacuna COVID-19 que previene enfermedades graves, pero no la propagación del virus.
Los datos en humanos, aunque escasos, sugieren que las vacunas COVID-19 provocan que nuestros cuerpos produzcan potentes anticuerpos que neutralizan y pueden bloquear la infección del virus al resto de células. Lo que aún no está claro es si los niveles de estos anticuerpos son lo suficientemente altos como para detener nuevas infecciones o cuánto tiempo persisten estas moléculas en el cuerpo.
Con los gobiernos y la industria inyectando miles de millones en el desarrollo, las pruebas y la fabricación de vacunas, según los científicos, una vacuna podría estar disponible en un tiempo récord, pero podría no ser completamente efectiva.
“Podríamos tener vacunas en la clínica que sean útiles en personas dentro de los próximos 12 o 18 meses,”
dijo Dave O’Connor, virólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison.
“Pero vamos a necesitar mejorarlas”.
Por el momento debemos continuar los trabajos de investigación y mantener los protocolos de actuación, siendo cívicos y conscientes de la situación actual y de su evolución a lo largo de los próximos meses.
#Saluteca
Referencias
Ellinghaus, D. et al. Preprint at medRxiv (https://doi.org/10.1101/2020.05.31.20114991) 2020
- van Doremalen, N. et al. Preprint at bioRxiv (https://doi.org/10.1101/2020.05.13.093195) 2020
Fundador y Director General de SALUTECA.
Empresario, fisioterapeuta, profesor e investigador. Doctorando en Ciencias de la Salud, MBA en empresas farmacéuticas, biotecnológicas y de productos sanitarios, Máster Fisioterapia Manual. Secretario de ASEDMIP. Investigador en el Centro de Automática y Robótica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CAR UPM-CSIC).
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